Rabietas

Fotografía de https://www.flickr.com/photos/enderst07/7437868890
Fotografía de https://www.flickr.com/photos/enderst07/7437868890

Entre las conductas infantiles que más ansiedad desencadenan en los padres encontramos las expresiones de rabia y enfado. Las denominadas “rabietas”.

Por este motivo numerosos manuales ofrecen pautas para afrontar o atajar las rabietas o berrinches de nuestros hijos. Tal vez entre todas las pautas que puedan darse la más importante es comprender que es normal, que se trata de una fase natural y evolutivamente adaptativa del desarrollo de los pequeños.

En torno al año, año y medio los niños comienzan a sentirse más independientes, sus capacidades aumentan, aparecen nuevos deseos más allá de los físicamente indispensables, y todo ello va a ir forjando su identidad.

Teniendo en cuenta que una parte esencial de la identidad surge de la diferenciación del otro y que otra parte de la misma va ligada a lo que deseamos y a lo que hacemos, es fácil entender que en este periodo los peques quieran llevar la contraria, pedir cosas nuevas continuamente y experimentar, con sus recién adquiridas habilidades, conductas que no siempre les son permitidas.

Ante tal alarde de independencia, que a veces parece aproximarse al peligro, el control de los padres suele agudizarse, surgen restricciones y prohibiciones (a veces con todo el sentido del mundo por proteger a nuestro pequeño y otras con un poco menos de sentido). Y claro ante la restricción y contención de sus deseos el niño se enfada, como cualquier ser humano.

La expresión de dicho enfado puede parecernos desproporcionada, pero no lo es si consideramos que, por un lado el niño viene de un periodo en el cual casi todas sus necesidades se veían cubiertas instantáneamente, por tanto todavía no ha aprendido que no todo puede tenerse. Por otro lado no posee recursos lingüísticos y cognitivos que le permitan entender y expresar su malestar de otro modo. Por ello, a medida que el niño madura y adquiere otros recursos las rabietas van desapareciendo, en torno a los 4 años, considerándose un problema de conducta si persisten a partir de esta edad. No obstante, en ocasiones muchos niños siguen respondiendo intensamente a la frustración, aún superados estos años.

¿Qué hacer cuando se producen?

En primer lugar, antes de resumir algunas de las pautas más recomendables, quiero señalar que soy consciente de la dificultad que entraña. Desde los manuales o artículos suena muy sencillo, no obstante en la práctica real no lo es tanto. Ahora bien, lo más importante es intentar comprender y empatizar con nuestros hijos.

Una vez que entendemos que lo que hace nuestro hijo forma parte de la naturaleza del desarrollo humano, será un poco más fácil mantener la calma. No está poniéndonos a prueba, no pretende molestar ni fastidiarnos. Para el pequeño tampoco es agradable sentir lo que siente.

Seguramente la rabieta se habrá desencadenado por negarle algo. Explicadle el motivo de la negativa (si se le explica antes de la rabieta, mejor). Posiblemente por ello no dejará de llorar o patalear, pero irá interiorizando que no todo es posible en todo momento.

Haced que se sienta comprendido en su enfado diciéndole que es normal lo que siente y que quiera expresarlo.

Después de haberle hecho sentir comprendido y haberle hecho saber que, aunque no le damos lo que quiere, estamos a su lado y no estamos enfadados, podemos darle tiempo para que se le pase.

¿Cuándo y cómo ignorar?

Ignorar una conducta que no deseamos es una estrategia de modificación de conducta eficaz en la mayoría de los casos (siempre que sea coherente y constante). Lo cual no significa que siempre sea lo más adecuado. Parte de la base que la atención es un refuerzo positivo; refuerzo social, el más potente para los seres humanos y que, por tanto, si atendemos una conducta la estaremos perpetuando.

Ahora bien, no debe emplearse nunca como sinónimo de enfado o revancha.

Y su pertinencia dependerá de factores como la edad del niño, preferentemente cuando estén cerca o superados los 3 años, y del caso concreto.

En el caso de los berrinches si la rabieta es muy prolongada y bajo condiciones de seguridad podemos dejar de atender al pequeño. Pero siempre después de haberle aclarado el motivo por el cual le negamos o prohibimos algo y tras manifestarle nuestra comprensión ante su enfado. El tiempo de no atención se le debe explicar como un momento para dejarle expresar su rabia, dejándole claro que estáis ahí para cuando se le pase.

Una vez que cese la rabieta es importante volver a atenderle, sin malestar ni enfado.

¿Qué no hacer?

A veces es complicado seguir pautas concretas de comportamiento ante situaciones de tensión; no importa, en realidad no es tan importante qué hacer exactamente sino qué no hacer. En ocasiones son nuestras respuestas ante un pequeño problema natural las que lo tornan en un problema mayor. No obstante, como ya mencioné anteriormente, es normal no cumplir con las pautas de manual, es normal perder la calma y que nos frustremos.

Por ello si alguna vez ocurre también es importante comprendernos a nosotros mismos y no culpabilizarnos, intentando mantenernos más calmados en adelante para controlar ciertas respuestas. En el caso de las rabietas infantiles estas son algunas reacciones que es aconsejable controlar:

  • No enfadarnos, ni alterarnos, ni gritar y, mucho menos, amenazar. Nuestro enfado no le va a calmar, al contrario, le generará más tensión. Por otro lado, estamos transmitiendo que nos enfadan sus reacciones emocionales, las cuales no son voluntarias, eso genera sensación de falta de control e inseguridad. Puesto que el niño no puede controlarlo. Y por último, ¿podemos pedirle que se calme o enseñarle a canalizar y expresar las emociones de un modo más pausado, si nosotros, como modelo, nos enfadamos y gritamos?
  • No reforzarle. Si le hemos negado algo debemos procurar no dárselo como consecuencia de la rabieta. Este punto es crucial, ya que si cedemos ante los gritos y pataletas de nuestros peques permitiéndoles lo que les hemos negado en un principio aprenderán a conseguir las cosas con berrinches. De modo que reforzaremos la conducta haciéndola crónica y con el tiempo más que una expresión real de la emoción se convertirá en una estrategia. Algunos casos en los que con 4-5 años o más continúan las rabietas se debe a este hecho, y por ello se aconseja que si se mantienen pasada esta edad se acuda a un profesional.
  • No pedirle continuamente que se calme ni que se calle, ni que se tranquilice. En muchas ocasiones el propio niño no sabe cómo tranquilizarse. Esto no es algo exclusivo de los bebés, la mayoría de humanos cuando están sintiendo una emoción intensa no saben pararla a voluntad, no le pidamos a un niño algo tan naturalmente complicado porque le frustraremos aún más.
  • Y por último no castigarlo por la rabieta.

¿Cómo evitar que se produzcan?

Algunas de las rabietas serán inevitables, e incluso necesarias para su desarrollo, pero muchas otras pueden evitarse.

  • A la hora de negarle algo podemos intentar reflexionar si tiene sentido que se lo neguemos o le decimos que no por comodidad nuestra o por inercia. No me refiero a consentir todo lo que pide y mucho menos cuando se trata de cosas materiales, sino a intentar que sus elecciones y su curiosidad se tengan en cuenta. Si le explicamos el porqué le decimos que no, también podemos evitar que se produzca.
  • Ofrecerle alternativas rápidamente
  • Evitar lugares de “riesgo” en los que hay “tentaciones”. Por ejemplo si no nos podemos quedar en el parque pasar por otro camino en el que no lo vea, o evitar sector de golosinas de un supermercado.

Psicología Puertollano, Ciudad Real


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Creado a partir de la obra en www.blancatorres.org.

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