Entre las conductas infantiles que más ansiedad desencadenan en los padres encontramos las expresiones de rabia y enfado. Las denominadas “rabietas”.
Por este motivo numerosos manuales ofrecen pautas para afrontar o atajar las rabietas o berrinches de nuestros hijos. Tal vez entre todas las pautas que puedan darse la más importante es comprender que es normal, que se trata de una fase natural y evolutivamente adaptativa del desarrollo de los pequeños.
El apego, concepto que hace referencia al vínculo afectivo que se establece entre dos personas, ha sido y sigue siendo ampliamente estudiado en psicología, dada su especial relevancia en el desarrollo del ser humano.
El embarazo, una de las mejores etapas de la vida para muchas mujeres, es también un periodo de cambios rápidos y continuos. Desde el mismo momento en que una mujer recibe la noticia de su embarazo, comienzan a producirse cambios tanto a nivel psicológico como fisiológico que, consecuentemente, modificarán otros aspectos de su vida.
La sexualidad, es una de las dimensiones humanas que más depende de otros factores de nuestra existencia, por ello, obviamente, los procesos de cambio que acontecen en el periodo de gestación modificarán la manera de percibir y sentir la propia sexualidad.
En un entorno social, donde la capacidad de relacionarse es una demanda continua del medio, la inseguridad, recelo y ansiedad ante situaciones sociales son fenómenos frecuentes en la población. Este tipo de temores suelen interferir de manera negativa sobre la vida de la persona que los padece y pueden llegar a convertirse en fobia social, definida por el DSM-IV como “miedo marcado y persistente a situaciones sociales debido al temor a hacer el ridículo o ser humillado por actuar inadecuadamente o por mostrar síntomas de nerviosismo” (American Psychiatric Association, 1994). La frecuencia de dichos miedos está aumentando progresivamente en la población occidental y el inicio de la ansiedad social es cada vez más temprano, en torno a los 5-6 años de edad (Ginsburg y Grover, 2005), afectando entre un 5% y un 15% de jóvenes y llegando a constituir lo que para muchos autores es el trastorno más prevalente en niños y adolescentes (Heimberg, Stein, Hiripi y Kessler, 2000; Merikangas, Nakamura y kessler, 2009).