Adicción al sexo o Trastorno por Hipersexualidad

¿Puede el placer sexual, por sí solo, convertirnos en adictos patológicos?

Ciertamente el placer intenso va ligado a la activación de las áreas de refuerzo de nuestro cerebro que, a su vez, son las implicadas en las adicciones. Ante una determinada conducta o consumo de una sustancia se incrementa la dopamina en el núcleo accumbens, generando sensación de euforia, éxtasis, bienestar y motivación que nos llevará a repetir la conducta o consumo. La repetición excesiva a la larga puede dar lugar a una habituación en la que la dosis de dopamina empieza a parecer insuficiente. Es decir, las neuronas del núcleo accumbens se acostumbran, empiezan a aburrirse con la dosis que les llega y nos demandan un paso más allá en nuestra conducta o un aumento de la frecuencia o dosis (en el caso de sustancias) que les reporte mayores cantidades de dopamina. Y esto lo consiguen castigandonos sin reacción placentera y generando estados de ansiedad. Si a las neuronas del núcleo accumbens les aburre nuestro comportamiento, o droga consumida, hasta el punto de provocarnos malestar significativo  es que ya somos dependientes.

Todo placer sigue los mismos mecanismos, ahora bien, la cantidad de dopamina que se libera mediante el uso de sustancias es mucho mayor que la que nos provocan actividades naturalmente placenteras.  Además, para que se llegue a producir una adicción patológica debe existir una falta de control de impulsos. Este control lo ejerce la corteza prefrontal, la cual regula nuestra conducta e inhibe nuestros instintos cuando el contexto lo requiere. Esta parte de nuestro cerebro, también denominado cerebro ejecutivo, sufre cambios, a veces irreversibles, por el consumo de drogas. Esos daños difícilmente podrían ser producidos por placeres como la risa, el sexo, escuchar música o deleitarnos con un sabor. Por ello, la mayoría de conductas placenteras no llegan a afectar a nuestro autocontrol hasta el punto de interferir con nuestra vida.

El sexo, por supuesto, puede apetecer con una frecuencia elevada, podemos buscarlo con asiduidad, tanto en relaciones como en la masturbación, pero la frecuencia de nuestro comportamiento sexual por muy elevada que sea no es trastorno si no existe una falta grave de control que interfiera significativamente en nuestra vida.  

Ahora bien, si existe un daño previo o un mal funcionamiento de estas áreas de inhibición como consecuencia de un consumo de drogas prolongado o debido a otra disfunción, cualquier actividad que resulte placentera o disminuya la ansiedad puede convertirse en adictiva y obsesiva, ya que no dispondremos del control necesario para regular su frecuencia.  En estos caso, el sexo, por ser altamente placentero, instintivo y por su capacidad de reducir la ansiedad, es una de las conductas más adictivas; mucho más adictiva aún si se practica bajo los efectos de una droga. Si además añadimos el fácil acceso a la pornografia por internet y a los contactos on line obtenemos el patrón de trastorno de hipersexualidad más frecuente.  

Pero como vemos, para que llegue a ser patológico suele darse un problema previo de obsesiones, conductas repetitivas u otro tipo de adicciones, en este sentido la hipesexualidad es más un síntoma o una consecuencia que un trastorno primario. De hecho, los expertos en el tema, como el psiquiatra Richard Krueger y la terapeuta Megan Kaplan, afirman que la hipersexualidad casi siempre va acompañada de otros trastornos.

Si nuestra pérdida de control se limita a dejarnos llevar por el placer sin poner en riesgo nuestro día a día, si no existe daño físico o emocional y los placeres que nos permitimos son compatibles con nuestra vida, no podemos hablar de trastorno.Así queda claramente reflejado en los criterios diagnósticos propuestos por el DSM_ V para el Trastorno Hipersexual:

Durante un período de al menos seis meses, presenta fantasías sexuales recurrentes e intensas,impulsos sexuales y conducta sexual en asociación con cuatro o más de los siguientes cinco criterios:

  1. Consume excesivo tiempo en fantasías e impulsos sexuales, planificando y participando en conductas sexuales.
  1. Repetidamente desarrolla esas fantasías, impulsos y conductas sexuales como respuesta a estados de ánimo disfóricos (por ej.:ansiedad, depresión, aburrimiento, irritabilidad).
  1. Repetidamente desarrolla fantasías, impulsos y conductas sexuales como respuesta a eventos estresantes de la vida.
  1. Repetitivos e infructuosos esfuerzos por controlar o reducir significativamente esas fantasías, impulsos y conductas sexuales.
  1. Repite el comportamiento sexual sin tener en cuenta el riesgo de daño físico o emocional a sí mismo o a otro
  • Hay un malestar clínicamente significativo o deterioro personal en las áreas social, profesional ode otro tipo de funcionamiento, asociado con la frecuencia e intensidad de estas fantasías, impulsos y conductas sexuales.
  • Estas fantasías sexuales, impulsos y conductas no se deben a los efectos fisiológicos directos de sustancias exógenas (por ejemplo, drogas de abuso o medicación) o a episodios maníacos.
  • La persona tiene al menos 18 años.

Además se debe especificar si las conductas son masturbación, consumo de pornografía, relaciones sexuales consentidas con adultos, prácticas sexuales a través de internet (cibersexo), llamadas a teléfonos de contenido sexual, asistencia a clubs de striptease o varias de ellas.

Como vemos ni la intensidad del deseo sexual ni la frecuencia de las relaciones son un problema en sí mismas. La búsqueda del placer es una respuesta humana normal, estamos diseñados para ello, ya que siempre se existe un beneficio natural escondido tras el placer. No es la frecuencia, ni la cantidad por lo alto o por lo bajo, lo que marca el límite de lo patológico en lo que al sexo y otros placeres, se refiere, si no el malestar que cause, el grado en el que interfiera con nuestra vida, la ausencia de control y la esclavitud a la que nos someta nuestra propia compulsión.  

 


Psicología Puertollano, Ciudad Real


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