La eyaculación precoz es definida actualmente como «falta de control voluntario sobre el reflejo de eyaculación». No obstante, esta definición debe ser entendida con matices, ya que ningún hombre puede ejercer un control absoluto sobre su eyaculación.
Lo normal es que todos los chicos jóvenes sean eyaculadores precoces al experimentar sus primeros orgasmos. Poco a poco, se va aprendiendo a controlar (en cierta medida) el momento de llegar al orgasmo. Dicho aprendizaje depende de numerosos factores, tales como el momento y el modo de masturbarse y las primeras experiencias en pareja. Por ejemplo, las primeras veces que un chico joven se masturba puede hacerlo con miedo a ser descubierto e intentará llegar al orgasmo lo antes posible, lo mismo sucede con las primeras relaciones en pareja, sin tiempo, sin sitio y sin tranquilidad. Este tipo de conductas puede perpetuar un patrón de orgasmo más rápido de lo que el hombre desearía, debido simplemente a que no ha tenido experiencias que le permitan aprender un mejor control sobre su eyaculación.
Ello dista mucho de ser algo patológico, ya que sencillamente es una falta de control que puede ser aprendido. Por ello podría ser cuestionable el hecho de que la «eyaculación precoz» se defina como trastorno, encuadrándose dentro de los «trastornos del orgasmo».
¿Cuál es el problema?
Lo que realmente podría llegar a causar un problema o un trastorno es el propio sentimiento de malestar ante este déficit de control en la eyaculación. Muchos hombres pueden sentir una amenaza para su autoestima y considerarse menos «válidos» o menos «viriles» sexualmente. Esta idea es totalmente irracional, ya que desde un punto de vista puramente biológico un hombre cuya eyaculación es rápida estaría mejor adaptado para la naturaleza, puesto que tendría más probabilidad de generar descendencia y perpetuar sus genes. Es decir, la naturaleza «prepara» a los hombres para que eyaculen rápidamente, por ello como se menciona anteriormente los chicos jóvenes suelen eyacular con rapidez, pero poco a poco se va ejerciendo un mayor control.
Sin embargo los sentimientos que pueden afectar a la autoestima, y que provocan ansiedad juegan un importante papel a la hora de cronificar o agravar una rápida eyaculación.
En muchos casos el hombre está tan pendiente de no llegar al orgasmo que intenta distraerse pensando en otras cosas, lo cual lo aleja de sus sensaciones pero no evita la eyaculación, sino que por el contrario llega al orgasmo sin haber identificado realmente sus sensaciones.
En otros casos, la frustración por no conseguir aguantar más da lugar a que muchos hombres eviten las relaciones sexuales, pudiendo generar problemas de pareja.
Es en este punto donde existiría un problema, ya que tanto las interpretaciones negativas, como las estrategias inadecuadas se convierten en fuente de malestar.
En estos casos es esencial que el hombre sepa claramente que su problema es algo natural que puede ser modificado mediante las técnicas apropiadas.
Por otro lado, también es preciso considerar hasta qué punto su rapidez para llagar al orgasmo supone un problema para él o para su pareja o si se trata más de una cuestión social que de malestar real. Existen parejas en las que esto no se convierte en un problema ya que la mujer disfruta más llegando al orgasmo de formas distintas al coito, y el hombre también disfruta estimulándola de otros modos.
Es más, la mayoría de mujeres llega al orgasmo más fácilmente mediante la estimulación del clítoris que mediante la penetración, independientemente de la duración del coito.
Tratamiento
Si para el hombre o para la pareja la eyaculación precoz sigue siendo vista como un problema, la terapia sexual es efectiva en un porcentaje muy alto de casos, en torno al 90%.
En general la terapia sexual para estos casos se basa en la eliminación de la ansiedad y de los pensamientos irracionales, así como en una serie de ejercicios que el hombre debe realizar en principio solo y posteriormente en pareja. Dichos ejercicios están destinados a recuperar la percepción de las sensaciones placenteras y preorgásmicas, especialmente la sensación justamente anterior a la inminencia eyaculatoria.
De ese modo, el hombre aprende a reconocer las señales de su cuerpo y a parar o a ralentizar el ritmo antes del orgasmo.
Los ejercicios se suelen pautar en función del caso, pero de manera general se utiliza la técnica de parada-arranque del sexólogo Semans. Consisten en masturbarse (concentrándose en el placer y nunca en durar más) hasta que se detecta la sensación justo anterior a la inminencia eyaculatoria. En ese punto el hombre debe parar, esperar un tiempo, en el que disminuya un poco el deseo, pero no la erección, y volver a reanudar.
Esta técnica de parada-arranque va introduciendo variaciones que se suelen pautar en función del caso.
Por otro lado los ejercicios de Kegel (contracción y relajación de los músculos pubocoxígeos para su fortalecimiento) también pueden ayudar tanto a controlar la eyaculación, como a aumentar la intensidad del orgasmo.
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Ejercitarse en este aspecto es muy importante para todas las personas, pero más para las personas que acusan el «problema». Es igual que un deportista cuando llega la hora de competir, hay que aprender a «controlar» muchas sensaciones. Es por ello que recurrir a un especialista en estas circunstancias es la mejor elección, ya que él/ella seguramente tienen ejercicios, que al final es lo que realmente da su fruto.
El problema principal de la eyaculación precoz y por lo que los hombres buscamos constantemente métodos para retrasar la eyaculación es por el miedo y la vergüenza a fallarle a la mujer, porque a los hombres nos gusta sentirnos viriles y queremos que las mujeres disfruten con nosotros, pero si eyaculamos antes de tiempo no las hacemos disfrutar como queremos que lo hagan. Me parece muy interesante en tu artículo que toques el tema de que «las mujeres llegan al orgasmo de formas distintas al coito», porque muchos hombres no nos damos cuenta de ello y no buscamos darles placer de otra forma, sino que sólo nos preocupa nuestro problema.